miércoles, 3 de diciembre de 2008

TAL VEZ LA MUERTE

Comenzamos a andar por el camino, ninguno recordamos su principio y todos ignoramos el final. La vida persiste hundiendo sus raíces hasta la capa más profunda de nuestra existencia. Es triste no saber por qué vivimos, pero más aun lo es el no saber morir. Sólo quien entiende la muerte puede amar verdaderamente la vida.

La razón nada nos explica y huye por entre la rendija de la ignorancia. Los grandes enigmas se ocultan a nuestro entender, a la inevitable levedad del ser.

Sujetamos nuestra débil existencia a las cadenas del tiempo, tan inmutables como el vacío. Sus eslabones, uno tras otro, se van enmoheciendo y podridos por la herrumbre se convierten en polvo. La eternidad tal vez sólo sea un momento, un pequeño suspiro escapado de las más oscuras profundidades. ¿Por qué preocuparnos por lo que irremediablemente ha de ocurrir?

Arrodillado ante un manantial sumerjo mi rostro regocijándome en las aguas claras y frías. La Muerte está invitada a beber pero a mí, como al arroyo, esto no me debe preocupar.

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